jueves, 28 de abril de 2011


jueves 17 de marzo de 2011

PROBLEMAS DE LA FALTA DE PRODUCCION DE ALIMENTOS CONTRA LA EXPLOSION DEMOGRAFICA

El aumento de la población mundial significa que la tierra cultivable por habitante disminuye constantemente. La presión mayor se ejerce en el Cercano Oriente y en Africa, regiones en que las densidades de población han aumentado en el 73 y el 66 por ciento respectivamente en un período de 20 años. Estas regiones tienen además pocas posibilidades de elevar su producción, por la limitación de sus tierras cultivables y la debilidad de su infraestructura.
 Una cuestión capital en el futuro suministro de alimentos será el uso de los escasos recursos de tierra y agua. Una conclusión inevitable es que hay que seguir intensificando la producción de alimentos. Los progresos de la ciencia y la tecnología han hecho esto posible en el pasado, y hay muchas razones para esperar que así seguirá siendo en el futuro. Sin embargo, aun en zonas bien dotadas, el impacto ambiental que los sistemas naturales y humanos pueden tolerar tiene sus límites, si la ciencia agrícola no tiene en cuenta esos factores.
La escasez de alimentos y la subnutrición fueron grandes problemas que condujeron no sólo al establecimiento de la FAO, sino también a una amplia cooperación internacional en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. En el decenio de 1950 se aceptaba como principio fundamental que el alimento debía producirse en las regiones de consumo. Se consideró que los países en desarrollo estaban especialmente necesitados, y se creyó que las inversiones en tecnologías agrícolas modernas con sus correspondientes infraestructuras impulsarían el desarrollo y unos constantes suministros de alimentos. Gradualmente, se impusieron las preocupaciones ecológicas, a medida que el público y las autoridades adquirían conciencia de los graves costos económicos y humanos de la contaminación y la degradación de recursos.
 En los últimos 20 años ha habido una evolución gradual desde enfoques principalmente tecnológicos de la producción alimentaria hacia otros que toman en consideración los factores ecológicos, sociales y económicos subyacentes. Uno de los elementos centrales en las estrategias para reducir el impacto ambiental es un mejor equilibrio entre la confianza en la tecnología y enfoques en que la información y la gestión ocupan un lugar más central.
 Fue tan sólo en 1987 cuando el Informe de la Comisión Brundtland Nuestro futuro común introdujo el concepto de desarrollo sostenible. Ese informe contribuyó a elevar el debate del plano de unos estrechos intereses sectoriales a una amplia comprensión de los factores ambientales, sociales y económicos. Reclamó una mayor atención para la calidad del crecimiento económico, las disparidades sociales, las necesidades de las generaciones presentes frente a las de generaciones futuras y el equilibrio entre los intereses locales, nacionales y mundiales.
El concepto de agricultura y desarrollo rural sostenibles se desarrolló en 1991 en la Conferencia de Den Bosch sobre Agricultura y Medio Ambiente,
organizada por la FAO y el Gobierno de los Países Bajos, y se elaboró ulteriormente en el capítulo 14 del Programa 21 de la CNUMAD, que tuvo lugar en Rio de Janeiro, Brasil, en 1992.
 La práctica de la agricultura y el desarrollo rural sostenibles según lo recomendado en el Programa 21 depende del contexto nacional en que se aplica. El uso de insumos externos en los países en desarrollo, especialmente en Africa, es mucho menor que en los desarrollados. La dificultad está en mantener un equilibrio entre la calidad del medio ambiente y las consecuencias derivadas de una mayor producción de alimentos. Por ejemplo, en el decenio de 1970 al aumentar el uso de plaguicidas en Asia creció paralelamente la contaminación ambiental nociva para el hombre, a causa de un control insuficiente de las fórmulas y al mal manejo de los productos. El control integrado de las plagas es una solución preferible, y más económica en la mayoría de los casos, pero requiere un planteamiento diferente que no confíe en soluciones puramente tecnológicas sino que recurra a sistemas de investigación participativa, educación y extensión.
 En los países desarrollados se tiende a un uso más equilibrado de los insumos externos en vista de su costo elevado. Hay también cada vez más agricultores que reducen el uso de plaguicidas y fertilizantes y orientan su producción hacia consumidores dispuestos a pagar una pequeña prima por productos ecológicos; pero esta producción es limitada en relación con la producción total de alimentos. Muchos países en desarrollo tienen mercados especiales de alimentos para consumidores que desean comprar artículos cultivados con prácticas respetuosas del medio ambiente. Hay bastantes pruebas de que estas estrategias de producción, además de ser más beneficiosas para el medio ambiente, son económicamente viables para los sectores del mercado a los que sirven. No obstante, la mayoría de los productores comerciales en gran escala encuentran económicamente rentable el uso intensivo de plaguicidas y fertilizantes minerales, y no ha habido una aceptación general de tecnologías de producción cuidadosas del medio ambiente como el control integrado de las plagas y el sistema integrado de nutrición de las plantas.
Las peores hambrunas del siglo pasado fueron consecuencia, casi sin excepción, de la inestabilidad política y/o de fracasos institucionales que paralizaron los mecanismos necesarios para producir y transportar los alimentos y ponerlos a disposición de los más necesitados.
 La pobreza, la inseguridad alimentaria y el impacto ambiental coexisten a menudo formando un círculo vicioso. Es preciso distinguir entre diferentes tipos de pobreza rural y su vinculación a los impactos ambientales . Hay que preguntarse «¿qué clase de pobreza?» para comprender si la pobreza se refiere básicamente a los ingresos, a la escasez de recursos, a la falta de acceso a los recursos productivos (incluido el capital de inversión) o, muy probablemente, a una combinación de estos factores.
En la actualidad hay 95 millones de personas y cada año se suman 6 millones.
los hechos demuestran que dar de comer a tantas bocas está provocando un fuerte deterioró medio ambiental .El crecimiento demográfico, la urbanización y el empobrecimiento, reducen la producción de alimentos en zonas críticas.
Se han atribuido efectos terriblemente negativos a la explosión demográfica tales como escasez de alimentos, agotamiento de recursos naturales no-renovables y aglomeración urbana. En el caso específico de México, la situación no es mejor. La concentración de habitantes en zonas urbanas, el abandono de muchas otras áreas ha producido un desequilibrio notable.  Para tener una idea más precisa de lo que ha venido significando el crecimiento de las zonas urbanas y la transformación de la naturaleza, Muchas de las regiones originalmente destinadas a la agricultura van siendo incorporadas a las grandes manchas urbanas que generan las grandes ciudades a su alrededor. El crecimiento de las ciudades modifica el uso de suelo y reduce las superficies cultivables.
    La conversión de zonas de cultivo en áreas urbanas supone un mayor gasto de agua y de producción de desechos.  El agua utilizada en estas zonas merma la cantidad que puede utilizarse con fines de cultivo
Producción de alimentos
Según las famosas predicciones de Malthus la población hambrienta debería ir aumentando en el mundo. Malthus pensaba que mientras la población crecería exponencialmente, los alimentos y los recursos aumentarían en mucha menor proporción y, por tanto, cada vez habría más diferencia entre la cantidad de alimento y la población.
La realidad de los últimos decenios, en los que se ha dado el mayor crecimiento demográfico de toda la historia humana, ha desmentido totalmente las previsiones de Malthus. La producción de alimentos está aumentando desde los años 1950, especialmente en los últimos 30 años, a un ritmo tan rápido que ha superado el crecimiento de la población. A comienzos del decenio de 1960 la producción mundial de alimentos para consumo humano era sólo de 2300 calorías por persona y día, cantidad que estaba distribuida de forma muy desigual. En 1994 había pasado a ser 2710 calorías por persona y día, suficientes para permitir la correcta nutrición de toda la población humana, aunque al persistir todavía graves problemas de distribución de hecho sigue habiendo muchos millones de personas que pasan hambre o están mal nutridas. Más de 800 millones de personas del mundo en desarrollo sufren de desnutrición crónica. Entre ellos, la falta de energía y proteínas esenciales resta fuerzas al cuerpo y a la mente, y disminuye la esperanza de vida de unos 200 millones de niños. Se calcula que unas 80 000 especies de plantas son comestibles, pero sólo usamos unas 100 de ellas que proporcionan alrededor del 90% del alimento que la humanidad consume, bien sea directamente, comidas por las personas, o indirectamente, sirviendo de alimento al ganado. De cuatro de ellas: trigo, arroz, maíz y patata obtenemos más de la mitad de los alimentos agrícolas que consume toda la población mundial. La producción de alimentos mediante los métodos tradicionales ocasiona serias alteraciones ambientales, como erosión, salinización del suelo, desertificación y muchos otros.    Lograr un cambio en las técnicas de cultivo no es sólo un reto de tipo instrumental o de métodos, sino que significa fundamentalmente un cambio en la manera de ser y de pensar del hombre de nuestro tiempo.
    La producción agrícola está íntimamente ligada, dentro de un sistema de economía de libre mercado, a las ganancias que produce.  Para que un agricultor se decida a producir por métodos no convencionales, debe convencérsele por el lado de las ganancias. El mercado no ofrece protección ambiental, la delimitación de las ganancias que se pueden o se deben obtener, casi nunca se define por el deterioro que puede producir o el cuidado que se puede ofrecer al ambiente.
El aumento de la población mundial significa que la tierra cultivable por habitante disminuye constantemente. La presión mayor se ejerce en el Cercano Oriente y en África , regiones en que las densidades de población han aumentado en el 73 y el 66 por ciento respectivamente en un período de 20 años. Estas regiones tienen además pocas posibilidades de elevar su producción, por la limitación de sus tierras cultivables y la debilidad de su infraestructura.
Actualmente la especie humana consume 40% del crecimiento vegetal total del planeta, mientras que las otras especies -alrededor de 30 millones- dependen del 60% restante; si consideramos que la población humana se duplica en pocos años, ¿cómo podremos sobrevivir en esas condiciones, y qué pasará con las demás especies con las que compartimos la biosfera?
PRODUCCION E INDUSTRIALIZACIÓN DE ALIMENTOS
Satisfacer la demanda de alimentos es uno de los principales retos que enfrenta actualmente la industria dado el aumento en la población, la falta de producción en el campo, los problemas económicos que enfrentan los países. Por otro lado el desarrollo de sociedades urbanas ha traído consigo un cambio en los diferentes estilos de vida impactando de manera negativa la salud de las personas. El estrés, falta de ejercicio y alimentos más procesados han permitido que se presenten una serie de trastornos o enfermedades en las personas como la desnutrición, obesidad, enfermedades crónico degenerativas, que muchas de las veces pueden ser prevenidas con el consumo de una dieta balanceada y estilos de vida saludables.
La producción de alimentos es un proceso que involucra ciencias como la química, nutrición, microbiología, tecnología, etc. Y éstas relacionadas con la legislación, economía y la ética. La producción es una cadena donde todos estamos involucrados desde las personas que producen, empacan, almacenan, distribuyen y venden hasta llegar al consumidor final.

La escasez de alimentos y la subnutrición fueron grandes problemas que condujeron no sólo al establecimiento de la FAO, sino también a una amplia cooperación internacional en los años que siguieron a la Segunda Guerra Mundial. En el decenio de 1950 se aceptaba como principio fundamental que el alimento debía producirse en las regiones de consumo. Se consideró que los países en desarrollo estaban especialmente necesitados, y se creyó que las inversiones en tecnologías agrícolas modernas con sus correspondientes infraestructuras impulsarían el desarrollo y unos constantes suministros de alimentos. Gradualmente, se impusieron las preocupaciones ecológicas, a medida que el público y las autoridades adquirían conciencia de los graves costos económicos y humanos de la contaminación y la degradación de recursos.
En los últimos 20 años ha habido una evolución gradual desde enfoques principalmente tecnológicos de la producción alimentaria hacia otros que toman en consideración los factores ecológicos, sociales y económicos subyacentes. Uno de los elementos centrales en las estrategias para reducir el impacto ambiental es un mejor equilibrio entre la confianza en la tecnología y enfoques en que la información y la gestión ocupan un lugar más central.
Las formas en que se utilizan los recursos naturales para producir alimentos dependen mucho de factores humanos, económicos, culturales y sociales. Esto se evidencia en la gran variedad de cambios realizados en la naturaleza mediante la modificación de paisajes, el uso y la exclusión de plantas y de especies y variedades animales, y la manipulación de las aguas y los suelos.
Una tierra llana con un clima favorable y suelos fértiles y bien drenados es un recurso natural muy valioso, pero zonas de este tipo son también codiciadas para actividades industriales, viviendas y actividades recreativas. Viviendo ya el 45 por ciento de la población mundial en zonas urbanas, muchos miles de hectáreas de las tierras agrícolas más productivas se pierden cada año al extenderse las ciudades, construirse carreteras y aeropuertos y crearse nuevas
zonas comerciales e industriales. Los núcleos de población urbanos y rurales cubren actualmente unos 4 millones de km2.
La humanidad ha operado a lo largo de la historia modificaciones estructurales del paisaje. Los efectos locales han sido importantes sobre la superficie terrestre y la hidrología, cuando para obtener una nueva superficie nivelada se remueven la vegetación natural y el suelo, el subsuelo e incluso los estratos geológicos inferiores.
La población de México era de 103.263.388 habitantes en 2005, la mayor entre los países de habla hispana, la segunda de América Latina tras la de Brasil y la undécima en el mundo. A lo largo del siglo XX la población mexicana pasó de 13,6 a 97,5 millones de habitantes al crecer a tasas en torno al 3% anual entre 1940 y 1980. Este ritmo de crecimiento, generalizado en los países en desarrollo en ese periodo, fue calificado de explosión demográfica y motivó la adopción de una política de control de la natalidad a partir de los años setenta. Aunque esta tendencia se ha reducido y la tasa promedio de crecimiento anual de los últimos años ha sido menor al 1,50%, la transición demográfica aún está en progreso, y México cuenta con una gran cohorte de jóvenes. La ciudad más poblada del país es la capital, la Ciudad de México, con una población de 8,7 millones de habitantes (2005), y el área metropolitana de la ciudad es la más poblada del país con 19,9 millones de habitantes (2005). Aproximadamente el 50% de la población vive en una de las 55 áreas metropolitanas de México.
El organismo encargado de elaborar los censos demográficos es el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). El Consejo Nacional de Población (CONAPO), dependiente de la Secretaría de Gobernación, es la institución encargada de analizar, evaluar y sistematizar información sobre los fenómenos demográficos.


Como en todos los países en vías de desarrollo, la mortalidad en el nuestro ha disminuido, pero las tasas de natalidad se han mantenido constantes.
Por ello la tasa de crecimiento de la población es sumamente elevada. En México, en 1970, la tasa de crecimiento anual fue del 3.48 por ciento, una de las más altas del mundo. (Alonso, José A., 1975: 216.)
Esta tasa desmesurada, se nos dice, provoca fatales consecuencias. La presión demográfica, además de exigir un incremento de los satisfactores de subsistencia -alimentos, vivienda, vestido, etc.-, reclama un incremento geométrico de toda la infraestructura de comunicaciones, transportes, instalaciones urbanísticas, etc. Inclusive, aseguran los expertos, el crecimiento demográfico incontrolado está produciendo una extraordinaria presión política y social. (Alonso, José A., 1975: 215.)
A pesar del alto crecimiento económico que hemos tenido (esta tasa fue del 7.1 por ciento anual acumulativo, en el periodo 1960-1969), persisten grandes disparidades socioeconómicas y culturales entre diversos sectores de la población. La constante migración de las zonas rurales a las urbanas, refleja insatisfacción de los habitantes rurales con sus localidades de origen y responde, principalmente, a la falta de oportunidades de empleo y servicios educativos. (CONACYT, 1976.)
II. 1. Natalidad y mortalidad
Los efectos combinados de la natalidad, mortalidad y la migración traen como consecuencia: la existencia de un nivel dado de crecimiento de la población, los atributos de la población joven y los grados de potencial de crecimiento. De las variables que intervienen en los procesos vitales, es la mortalidad la que ha registrado cambios importantes. Los factores principales que explican el descenso de la misma son:
a) Factores tecnológicos exógenos al desarrollo socioeconómico del país.
b) Factores socioeconómicos internos.
c) Factores demográficos.
La mortalidad general del país ha descendido de un promedio de 23.2 defunciones por cada mil habitantes en 1940 a 9.7 en 1970. No obstante lo anterior, es importante señalar que el descenso de la mortalidad se ha traducido en un aumento considerable de la esperanza de vida del mexicano al nacimiento, ya que en 1940 era de 41.5 años y en 1970 se elevó a 62.1 años. Asimismo, la mortalidad infantil descendió de 124.6 defunciones de menores de un año por mil nacidos vivos en 1940, a 67.4 en 1970. (Cuadro N° 2.)
El descenso rápido de la mortalidad ha traído como consecuencia: a) aumentar la tasa de crecimiento de la población, y b) contribuir al rejuvenecimiento de la población. Cada vez es más alta la proporción de la población, menor de quince años.
La otra variable asociada a la revolución demográfica es la natalidad. El análisis de esta variable es más complejo, principalmente, por la diversidad de factores concurrentes.
Probablemente los altos niveles de natalidad en México estén determinados en gran medida por las estructuras sociales y sicológicas existentes. La estructura social, al igual que la demográfica, es de tipo piramidal, en la que predominan los segmentos tradicionalistas y cuyos patrones de formación familiar difieren del sector modernista que numéricamente es inferior al primero.

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